Prioridades y la cafetera italiana

Me embauco. Me dejo totalmente convencido de su grandeza. De paso me enseño un poco de literatura. De como las historias de mi abuela, mi perro, la cancha del barrio y el viejo de las sopaipillas son estériles si de trascender se trata. La literatura debería ser contar la historia desde la cabeza de otro ser que no existe. O al menos algo así le entendí. De todas maneras como esto es un blog y no apuesta ser más que eso,  puedo contar historias extraídas desde mis recuerdos recientes mezclados con otros más añejos sin culpas.

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La culpa va quedando atrás y la continua estadía en el extranjero se va normalizando. Mientras algunos de mis amigos dan la lucha confrontando la monotonía desde oficinas coloridas pero aún grises entre muros, dándolo todo (y otros no tanto) contra las astutas ideas de Kast y la administración del puerco Sebastián. Otros también han comenzado a moverse y soltar amarras que tardaron centurias en romperse. Uno que otro matrimonio,dilemas previos a las tres décadas comienzan a florecer y la vida a veces parece más compleja pero al mismo tiempo con menos aventuras de las que nos prometía Hollywood o las teleseries nocturnas de TVN.

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Fiesta de vecinos. Villejuif, París.

 

 

París me acoge por el momento. Al norte del Sena, al final de la línea 7, o tal vez al principio dependiendo quién cuente la historia. Es probable que en el barrio haya más gente pendiente de la Liga de Cricket en Mumbai que de la final del mundial. Dudo poder encontrar un noruego en kilómetros a la redonda y entre daneses, alemanes, suizos y luxemburgueses dudo podrían hacer un equipo de fútbol. Antes eso si estuve al sur. Según María, el sur es más burgués que el norte. Del mes que pase ahí durmiendo en un sótano con todas las ideas que tienes de Francia. Entre maniquíes, comprando baguette por las mañanas y preparando café en una teterita que por acá le llaman cafetera italiana, me he ido sofisticando. Esa es la palabra que mejor lo grafica. Aprender que el aceite de oliva puede usarse para otras cosas diferentes a echarle unas gotas a la ensalada, la maravillosa sensación del queso de oveja desaciendose en el paladar, o caminar alto y dormir bajo para evitar males de altura y un posible edema pulmonar en los Himalayas son quizás las cosas más valiosas que me han dejado los viajes. Aparte claro de mostrarme que el capitalismo tiene la cagada en todas partes, pero dejaré ese mantra, necesario por lo demás de lado por unas líneas. Esos pequeños detalles que han estado guardados bajo veintisiete llaves y con el egoísmo del celo por las clases privilegiadas. Mientras las familias en San Bernardo compran Coca Cola para al almuerzo el Domingo y darse un gustito, en Las Condes la jarra de agua de la llave grafica la situación.

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En ese lugar se les presta ayuda a gente en situación de calle.

Tengo un trabajo peculiar. Jugar. Así tal cual. De lunes a jueves y quizás con una salida entre viernes y domingo tengo que estar en un campo de refugiados en la comuna de Ivry al sur de Paris. Debido a que la mayoría de los jóvenes del centro han tenido quiebres en sus vidas de niños, jugar a la pelota un rato o tratar de hacer un círculo tomados de las manos con una dinámica que los haga sentirse con el derecho a pasarlo bien por un rato es algo más difícil de lo que parece. Algunos descubren en el centro que el fútbol se juega con los pies. Eso hace que los pequeños avances entreguen alegrías desproporcionadas. Que escuchen instrucciones, que pasen una tarde sin pelear, o que sigan una actividad por más de cinco minutos supera en creces el paper  contructivista más complejo. Las personas que viven al interior del centro deben andar cerca de las cuatro centenas.

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Foto con significados para una tarde entera de discusión.

Por lo que he leído y escuchado de otros campos de refugiados, los que se encuentran al interior de este centro se sacaron la lotería. Las instalaciones son relativamente nuevas y el ambiente dista mucho de la idea preconbida que traía. Eso sí, no es la situación ideal para ser niño, adulto o anciano. Dado a que mi francés se limita a presentarme, comprar pan y algunas veces decir mi edad la comunicación se da en el idioma de los gestos, los abrazos, el inglés y el descubrimiento que mi italiano no era tan precario como creía. Los conflictos muchas veces se dan por la falta de entendimiento. Imagínate, uno viene de Eritrea, el otro de Pakistan y los dos quieren tomar la misma pelota, ¿cómo se zanja el tema si uno habla italiano y el otro pastún? un golpe o empujón es la respuesta que más se repite. Nada del otro mundo considerando que son niños y que pasaría como una simple pelea en cualquier otro barrio, pero que aumenta de intensidad y dramatismo debido al contexto de vulnerabilidad. Los que habitan en el centro están esperando poder ingresar al sistema para poder recién aplicar al estatus de refugiados, y la lista es larga. Sudán, Eritrea, Afganistan, Irak, Egipto y Somalía destacan por sobre el resto de nacionalidades.

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No todo puede ser malo.

Odio a los americanos por parte de niños que no saben muy bien explicar las razones, el cansancio de estar moviendose porque el país de turno no los quiere tener más adentro de sus fronteras y cuidado extremo por el respeto y honra de la figura materna. Un insulto a la mamá por lo bajo significa un gancho a la mandíbula. Mientras tanto la lejanía va acrecentando la necesidad de definir las líneas de una identidad, y hablo de mi caso. Al mismo tiempo el astuto de Kast repite las fórmulas de la extrema derecha europea que ha ido colonizando espacios y ganando elecciones. Los haitianos se toman los fundos, el VIH avisa que tiene para rato y el gobierno compra tanques y drones para asegurar la propiedad de los mismos de siempre. No puedo desconocer o dejar de informarme de esas reales novedades, de mi lugar de origen, pero al mismo tiempo las emergencias del lugar donde me encuentro recuerdan que las prioridades no deben olvidarse. Morir de diarrea, o encarcelada de por vida por ser lesbiana son temáticas que por el momento me tienen bastante ocupado. Jugando.